Mérida, Yucatán, 28 de marzo de 2024
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Traje típico

Consiste hoy el traje clásico de los mestizos varones en una camisa larga de tela blanca, finamente planchada. Un pantalón de dril o lienzo fuerte blanco, almidonado y planchado que termina en ancha boca de campana. Sandalia (alpargata) de lujo de buena piel, sujeta al tobillo con correas pespunteadas y charoladas y suela gruesa de dos o tres capas de cuero.

Usan sombrero de paja tipo jipijapa o panamá, fabricado en el Estado; la pechera de flamante camisa va sujeta con botones de oro, pendientes de una cadenilla del mismo metal que los une a todos por dentro de la camisa. Este es el traje de lujo de los mestizos.

El traje de trabajo, se compone de un calzón blanco de lienzo fuerte y camiseta de tela de algodón blanco o de un tejido de calceta o punto de media. Se ciñen, además, para el trabajo, un delantal de cotí (cottin) azul o a rayas: tela de lienzo grueso que se usa comúnmente para colchones.

El traje de la mestiza consiste en un huipil de batista de lino, de fino algodón de seda: jubón cuadrilongo que cae volante, con dos aberturas laterales que por el ancho de la prenda simulan unas mangas cortas, quedando los brazos desnudos; un amplio escote cuadrado descubre la parte de pecho, dejando desnudo el cuello. Este escote, en sus orillas, lo mismo que los bordes de la camisa, va orlado de cenefas bordadas de vivos colores, en variadísimas labores, desde el bordado de punto de cruz (xokbil-chuy) y el de seda estilo inglés, hasta el de pinturas y miniaturas al óleo. En otros, el cuello es postizo, con flores estampadas y con encajes de Holanda y Chantilly. Les llega hasta media pierna y su borde inferior cae con gracia. El fustán, que se ciñe al talle y que sobresale bajo el huipil, tiene los mismos adornos y cenefas que éste y con él hacen juego, contemplándose ambos adornos uno debajo del otro.

Se adornan el cuello con largos y lujosos rosarios de filigrana de oro y gruesas cuentas de coral, labrados por artífices del país, colgando en ellos moneditas y doblones de oro de gran valor, denominados escudos y unas pesadas cruces de filigrana, primorosamente labradas, en el extremo de los largos rosarios, que les llegan al vientre. Al mismo tiempo se ponen collares y cadenas de oro de dos vueltas. Se recogen el cabello en un gracioso peinado que llaman t’uch, hacia atrás, en forma de martillo, atado en medio con un lazo de listón, y el pelo de delante echado atrás sin vereda. Algunas se dejan un copete con graciosos rizos. Usan grandes y largos aretes de filigrana de oro con piedras de colores, que hacen juego con el rosario.

El clásico traje ha pasado a la historia entre la mayoría de los mestizos, refugiándose en una mínima parte de ellos. Algunos, que todavía conservan sus tradiciones, se visten aún de mestizos, especialmente en sus bailes y saraos, pero la mayor parte usa hoy, en vez de la camisa larga blanca, la guayabera: una chamarra de origen cubano.

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